Teseo y el Minotauro

TESEO Y EL MINOTAURO

BIENVENIDO SEAS  CAMINANTE !!. Acércate !!. Hoy me siento de buen ánimo, así que escucha la historia que te voy a relatar y aprende del valor de los antiguios atenienses.

Esta es la historia de Teseo, uno de los grandes héroes de la antiguedad, y su lucha con el Minotauro.
Teseo era el hijo del rey de Atenas, llamado Egeo, y de Etra, princesa de Trecenas. Muchas fueron las aventuras y hazañas de Teseo: luchó contra las amazonas, las temibles mujeres guerreras; contra los centauros, criaturas mitad humano y mitad caballo; así como contra los gigantes y otras tantas bestias fantásticas.
Pues bien, hace muchísimos años, las ciudades de atenas y Creta se enfrentaron en una terrible guerra, que concluyó con la victoria cretense. Al rey de Creta, llamado Minos, no le bastó con la aplastante y humillante derrota que provocó a los atenienses. Exigió que por espacio de treinta años, la ciudad de Atenas le enviase como contribución obligatoria, una vez por año, siete muchachos y siete doncellas.

¿Para qué quería el rey Minos esta extraña contribución? Pues para que los jóvenes sirvieran de alimento al Minotauro, una terrible criatura que vivía en la isla de Creta. El Minotauro tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro. 



Este monstruo habitaba en el laberinto, una fortaleza tan complicada que todo el que entraba se perdía sin remedio. Así, el rey Minos hacía entrar en el laberinto a los jóvenes, quienes se perdían por los corredores y pasadizos y eran finalmente devorados por el Minotauro.


Un día, el joven y valeroso príncipe ateniense Teseo decidió acabar con el Minotauro, y le dijo a su padre:

- Lucharé contra el monstruo. Este año yo seré unos de los catorce jóvenes que vayan a Creta.


Egeo sintió gran pesar, pero llegado el día, el príncipe Teseo se embarcó con sus trece compañeros en un navío de velas negras, en señal de luto, como era costumbre.

Al llegar a Creta, Minos mandó encadenar y apresar a los jóvenes para entregarlos al Minotauro al día siguiente. Pero aquella noche, Ariadna, la hija del rey, se deslizó hasta la prisión y entregó al príncipe Teseo un ovillo de hilo diciéndole:

- Este hilo te guiará a través de los enredados pasadizos del laberinto.


Al alba, los prisioneros fueron conducidos hasta las grandes puertas de piedra del laberinto. En su interior, todo estaba oscuro y silencioso.

El primero en entrar fue Teseo, pero antes ató un extremo del hilo a la cerradura. De esta manera, conforme avanzaba por los complicados corredores del laberinto, iba soltando hilo.

De pronto, oyó un rumor que se fue haciendo más y más intenso: era el bramido del Minotauro. Y al fin, una voz terrible surgió de la oscuridad:

- ¿Quién es el que se atreve a entrar en mis dominios?
- ¡Soy Teseo, príncipe de Atenas! ¡He venido a matarte!

Dicho esto, Teseo corrió hacia el lugar del que salía la voz.
Solo podía ver los ojos abrazadores y los cuernos puntiagudos del monstruo.

El minotauro bajó la cabeza y embistió. Teseo era más pequeño y menos fuerte que el minotauro, pero era más rápido. Cuando el monstruo llegó a su altura, Teseo saltó de costado, lo agarró por los cuernos y le hizo perder el equilibrio. La enorme bestia se estrelló contra el suelo y se rompió la parte posterior del cuello.


Tras aniquilar a la bestia, Teseo recogió el ovillo y fue siguiendo el hilo hasta llegar a la entrada. Sus compañeros se quedaron asombrados cuando lo vieron aparecer.


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